16 agosto 2007

Por una cabeza de zapoara

La gran fiesta que se desencadena con la pesca del pez más famoso del Orinoco, comienza a deleitar a más de uno que quiere quedarse atrapado en la atarraya de las guayanesas

En esta época, el pescador va sintiendo en su curtida piel el fresco viento “Barinés” que sopla de oeste a este. Un viento que le aviva su corazón de emoción, fe y esperanza porque “el río se está rizando de zapoaras otra vez”. Así lo vive y lo canta la tradición bolivarense cada agosto cuando los habitantes de esta tierra se aglomeran a lo largo del Paseo Orinoco para participar de uno de los espectáculos más populares y representativos del jolgorio bolivarense. La gran fiesta que se desencadena con la pesca del pez más famoso del Orinoco comienza a deleitar a más de uno que quiere quedarse atrapado en la atarraya de las guayanesas, al comerse la cabeza de la zapoara. La Feria del Orinoco arranca a mediados de agosto, con la esperanza de disfrutar hasta la saciedad de unas ricas zapoaras rellenas de casabe adobado.


CONOCIENDO A LA ZAPOARA La zapoara (Semaprochilodus laticeps) tiene una forma hidrodinámica que le permite realizar largos movimientos migratorios durante los meses de julio y agosto, tiempo durante el cual salen en forma abundante de las lagunas rebalseras y comienzan a remontar el Orinoco desde San Félix hasta Ciudad Bolívar, alertando a los pescadores de su venida. De ahí que muchos la consideren “puramente bolivarense”, pero en realidad las investigaciones realizadas por Daniel Novoa y Freddy Ramos (1982) indican que esta especie habita a lo largo y ancho del canal principal del río Orinoco, en los caños y áreas de inundación, identificándose la migración masiva frente a Ciudad Bolívar.
Es un pez de colorido vistoso. El negro azulado en el dorso, el plateado en el resto del cuerpo y sus aletas pinceladas en rojo y naranja destellan al caer los rayos del sol en aquel Orinoco inmenso, haciendo avivar la atarraya de los pescadores ansiosos que se aglomeran en el malecón de una Ciudad Bolívar esperanzada por obtener el mejor ejemplar. Hasta el maestro Antonio Lauro exclamaba su deseo de comer las primeras zapoaras de la temporada cuando sentía que la ciudad reclamaba su presencia.
El estudio realizado por Novoa y Ramos señala una serie de sitios de corrientes fuertes a lo largo del trayecto entre San Félix y Ciudad Bolívar donde se captura el mayor volumen de zapoaras, a saber: La Laja, Santa Ana, El Rosario, Bogarín, Conejo, La Encarnada, El Mirador y El Paseo; siendo capturada en menor escala en los sitios conocidos como Angosturita, Marhuanta, La Trinidad y el Muelle de la Aduana. Aunque los investigadores Novoa y Ramos aclaran que “una fuerte temporada de lluvias provocará una rápida creciente del río y una conexión temprana y amplia con las lagunas marginales al río Orinoco en donde están confinadas las zapoaras”.

EXTENSAS MIGRACIONES El estudio indica que las tallas de la zapoara oscilan entre 5 y 63 centímetros de longitud total, siendo las tallas mayores las correspondientes a los ejemplares capturados en el tramo del río situado al oeste de Ciudad Bolívar. Las observaciones de Novoa y Ramos (ver gráfico) dan cuenta de una zapoara que en sus primeros meses de vida se desplaza por el canal principal del río en busca de las lagunas y los caños donde se aloja durante la bajada de las aguas del Orinoco –septiembre- por un periodo de dos o tres años, hasta alcanzar un tamaño entre 40 a 45 centímetros de longitud total, “quedando listas para iniciar el movimiento migratorio hacia el río, lo cual sucede de mayo a junio”.
Explican que durante estos meses “los ejemplares adultos, distribuidos en las lagunas marginales del tramo del río Orinoco situado entre El Almacén y Caicara, salen a desovar en las áreas de inundación y caños de conexión entre el río Orinoco y las lagunas, así como en el propio canal. Luego, entre los meses de julio y agosto el cardume se mueve río arriba buscando las áreas de desove”. Aquí comienza lo que Novoa y Ramos llaman las extensas migraciones que efectúa la zapoara una vez que ha pasado al cauce principal del Orinoco. Finalmente, para septiembre penetran a las lagunas y durante el siguiente año en la temporada de aguas altas se inicia un nuevo ciclo.
La pieza popular Pesca de Zapoara escrita por Raúl Umanés, con música del nativo cuatrista Hernán Gamboa, es una alabanza a este ciclo natural que ya es tradición: “El río se está rizando de zapoaras otra vez, los pescadores ansiosos sienten la sangre correr, porque el pan para sus hijos está saltando a sus pies”.

Ecosistema aun desconocido
Los resultados de las investigaciones sobre los recursos pesqueros del río Orinoco llevadas a cabo por Novoa y Ramos (1982), advierten sobre este complejo ecosistema “aún desconocido”. Consideran este hecho como preocupante, en especial “cuando se analizan los planes de usos diversos que se proyectan en el río Orinoco, lo cual crea una gran presión por los conocimientos que permitan prever las consecuencias negativas sobre la calidad ambiental y economía de subsistencia del hombre de la región”. Por ello, exhortan a “redoblar esfuerzos y profundizar las investigaciones” sobre este ecosistema.

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