22 febrero 2007

Un ecoturismo basado en la “conciencia ecológica”



La bióloga Riolama Fernández considera que “la protección ambiental es un componente esencial- no aislado- del proceso de desarrollo y el desarrollo de hoy no puede impedir, obstaculizar o mermar las posibilidades de desarrollo ni la calidad ambiental del futuro”

Con la llegada del carnaval comienzan las preocupaciones para muchos conservacionistas que ven pasar largas colas de vehículos “rústicos” con destino a una de las zonas de alta fragilidad ecológica del país. La Gran Sabana, un destino turístico por excelencia para disfrutar de estos días de asueto, ve amenazado su ecosistema con la práctica nada ecológica de “rusticar”.
Para la bióloga Riolama Fernández, Magíster en Ciencias y funcionaria del Ministerio de Ambiente “es común escuchar a dueños de grandes y potentes vehículos rústicos que se dirigen en caravana a La Gran Sabana, afirmar que van a hacer ecoturismo cuando en verdad lo que hacen es rusticar en un área de alta sensibilidad ecológica, sin que se adopte ningún tipo de medida mitigante ni compensatoria y sin que el Estado reciba ningún tipo de beneficio o aporte que le permita acometer medidas para restaurar los daños causados”.
Advierte la especialista que aunque todas las actividades productivas humanas causan impactos ambientales, ya sea la actividad industrial, forestal, agrícola, pecuaria, minera, urbanística o turística, “el tipo, extensión e intensidad de los impactos ambientales que generan estas actividades tienen que ver con las particularidades del mismo proyecto y con las características físico-naturales y sociales del área donde se implanta o desarrolla”.
“Hemos escuchado de parte de personas, empresas e instituciones públicas, sobre la necesidad de fomentar el turismo y se habla mucho del ecoturismo, pero la mayoría de las veces el término no es utilizado en su acepción correcta y en muchos casos el término es abusado o usado de manera aberrante por quienes afirman practicarlo”.

CONCIENCIA ECOLÓGICA
Fernández defiende que ante todo es imperativo crear la “conciencia ecológica”, un término que a su juicio “no es solamente la toma de conciencia de la degradación de la naturaleza, sino que es la toma de conciencia -en la sede de la ciencia ecológica- del carácter de las relaciones humanas con la naturaleza, encontrando que la sociedad es vitalmente dependiente de la naturaleza y que la misma está profundamente comprometida, trabajada y degradada por los procesos sociales humanos”. La especialista antes de comenzar a argumentar sobre las políticas para controlar los impactos ambientales que causa la actividad turística, hace énfasis en la definición del prefijo ECO, “el cual denota la casa, morada, ámbito vital o ecosistema. En consecuencia una visión ecológica consiste en percibir todo fenómeno en relación con su entorno, pero la ecología va mucho más allá de la relación que existe entre los seres vivos y el medio, y de la defensa de la naturaleza y el ambiente”. Esta “conciencia ecológica”, refiere Fernández, surgirá de esa relación que se establece en la ecología entre “la vida-naturaleza con la cultura-antroposociología, es decir considera al hombre con su entorno”
“La conciencia ecológica profundizada en conciencia eco-antroposocial desarrolla conciencia política, que muchas veces suscita movimientos de mil formas éticas y colectivas, existenciales y militantes, de donde surge la gran diferencia entre un ecólogo y un ecologista. Un ecólogo es un científico y un ecologista es un activista, aunque se puede llegar a ser ambos”.
Fernández explica que una muestra vigente de la conciencia ecológica relacionada con lo antroposocial, lo constituye la Conferencia de Río realizada en Junio de 1992, en la cual “se impuso que son los seres humanos –no el ambiente- el objeto de preocupación relacionado con el desarrollo sostenible. En definitiva, es el desarrollo el que tiene que responder equitativamente a las necesidades de desarrollo y de la protección ambiental de las generaciones presentes y futuras. La protección ambiental es un componente esencial- no aislado- del proceso de desarrollo y el desarrollo de hoy no puede impedir, obstaculizar o mermar las posibilidades de desarrollo ni la calidad ambiental del futuro”.

AMBIENTE PROTEGIDO
Sin embargo, acotó que cualquier proyecto o programa de desarrollo turístico que pretenda ser instalado en el ámbito del territorio nacional debe someterse a las disposiciones contenidas en el Decreto Nº 1.257 referido a las “Normas Sobre Evaluación Ambiental de Actividades Susceptibles de Degradar el Ambiente”.
“Este decreto establece los procedimientos para evaluar las implicaciones ambientales de los programas y proyectos de desarrollo económico, garantiza la incorporación oportuna de la variable ambiental como parte del proyecto y permite determinar -de acuerdo al tipo de proyecto y al área donde será implantado- los impactos que generará, asimismo garantiza la incorporación oportuna de las correspondientes medidas de prevención, mitigación o corrección de los impactos. Todo lo cual se hace posible a través de la elaboración de un Estudio de Impacto Ambiental, cuyo alcance y contenido lo fija el Ministerio del Ambiente y de los Recursos Naturales, que luego de su evaluación y aprobación tomará la decisión de autorizar o no la afectación de los recursos naturales, necesarios para la instalación del proyecto”.
Aclara la bióloga que entre los principales impactos ambientales que genera la actividad turística se cuenta la generación de desechos sólidos, afectación de la calidad de los cuerpos de agua natural o colapso en los servicios de tratamiento de las aguas servidas domésticas, aumento en la demanda de servicios de disponibilidad de agua potable, transporte, vialidad, luz eléctrica, teléfonos; así como también deforestación para construcción de infraestructura, erosión por tránsito vehicular o peatonal y otros que dependerán del tipo de proyecto y del área a ser intervenida.

ECOTURISMO NO ES SÓLO CONTACTO HOMBRE-NATURALEZA

Riolama Fernández insiste en tener presente que aunque el proyecto tenga el prefijo ECO, es requisito necesario realizar el Estudio de Impacto Ambiental. “La mayoría de las veces se llama proyecto ecoturístico a aquellos que hacen uso de áreas de gran belleza escénica poco intervenidas, pensando que ecoturismo es el simple contacto del hombre con la naturaleza, pero como hemos descrito aquí, ecoturismo debe prever el desarrollo de una actividad productiva en forma rentable, incorporando la variable ambiental como parte del proyecto no sólo para su disfrute sino para el control de los impactos que genere, de modo de garantizar que las generaciones futuras tengan la misma posibilidad de disfrutar y aprovecharse de ello”.

12 febrero 2007

Los pueblos indígenas de Guayana abren caminos para una sociedad más ecológica















Así lo afirma la antropóloga e investigadora de la UNEG, Nalúa Silva Monterrey en su libro “Introducción a la Etnografía de los Pueblos Indígenas de la Guayana Venezolana” que será bautizado este 15 de febrero en Ciudad Bolívar
-Disculpe, ¿Tiene información sobre los pueblos indígenas de Guayana?
Una pregunta que a diario escuchaban en el Centro de Investigaciones Antropológicas de la UNEG (CIAG) y que les llevó a dar respuesta a la inquietud de los jóvenes estudiantes de la región ávidos de información sobre la cultura aborigen actual de una forma “sintética y con un lenguaje accesible”.
Con el objetivo de dar respuesta a esta necesidad nace el libro “Introducción a la Etnografía de los Pueblos Indígenas de la Guayana Venezolana”, escrito por la antropóloga e investigadora Nalúa Silva Monterrey y publicado por el Fondo Editorial de la UNEG que será bautizado este jueves 15 de febrero en la centenaria Casa de las Doce Ventanas en Ciudad Bolívar.
La autora describe en esta obra, con marcado sentido didáctico, toda una riqueza cultural que se inició hacia el año 5.000 a.C. con la llegada de las primeras poblaciones de cazadores y recolectores a estas tierras legendarias y que a su juicio, debe ser valorada y conservada. “Las culturas indígenas diferenciadas son consideradas como una reminiscencia del pasado y no se ha valorado su presencia actual, su singularidad, sus formas de organización, su visión del mundo y su utilización sustentable del medio ambiente como parte importante de la nación”. La obra reseña en cinco capítulos lo que ha sido el poblamiento antiguo y reciente de los grupos indígenas presentes en la Guayana venezolana, el reconocimiento y la importancia que representa la diversidad cultural en el país y una detallada descripción de cada uno de los grupos indígenas guayaneses. Nalúa Silva Monterrey se graduó con máximos honores en la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México, fue coordinadora del Museo Etnográfico de Guayana y en la actualidad se desempeña como investigadora del CIAG, siendo reconocida por el Sistema Nacional de Investigación. Sus estudios se han enfocado en las relaciones sociales y políticas de las poblaciones indígenas con énfasis en la cultura Yekuana de la Cuenca del río Caura donde ha estudiado sus relaciones ambientales y territoriales.

UNA RELACIÓN DE DEPENDENCIA La descripción que hace la autora de los pueblos indígenas de Guayana no forma parte de ese pasado diezmado por tantas enfermedades, esclavitud y enfrentamientos permanentes con los colonizadores sino más bien, hace referencia al cambio generado en sus culturas y en sus tradiciones que aunque “vigorosas no son exactamente iguales a las de hace cinco mil años”. Es por eso que el presente libro resalta la presencia de los pueblos indígenas de la Guayana venezolana “como una parte importante de nuestra sociedad, con un bagaje cultural que nos enriquece y nos abre caminos para pensar una sociedad más ecológica y solidaria”.
Para la antropóloga las actividades desarrolladas por los pueblos indígenas desde tiempos inmemoriales “tienen bajo impacto en el ambiente e incluso su forma de trabajar ha servido para que el bosque se renueve y se mantenga en buenas condiciones. Sin embargo este ejemplo de explotación del ambiente no se ha tomado como modelo de manejo de bosques”.
Refiere la relación no sólo de dependencia que se establece entre el indígena y la naturaleza sino también de respeto “dada por la visión de la naturaleza como un ente activo que si no es utilizada con respeto, se vengará sobre quienes hayan abusado de ella”.
Es por ello que, añade la autora, el patrón de asentamiento y la conservación del ambiente están estrechamente ligados. “Dadas las características frágiles de los ecosistemas selváticos con suelos ácidos y pequeña capa vegetal, los indígenas establecen estrategias de manejo que impiden el agotamiento de los recursos y promueven la recuperación del bosque luego de su aprovechamiento. Una de estas estrategias tiene que ver con la desaparición y fundación de nuevos poblados”. Sin embargo, la investigadora reconoce que uno de los principales retos de los indígenas será “conciliar un patrón de movilidad seminómada adaptado a las condiciones medio ambientales con la sedentarización que imponen el mantenimiento de los servicios que reciben de las instituciones del Estado”.

PERSPECTIVAS FUTURAS La obra de Silva Monterrey analiza los problemas y las perspectivas que a futuro enfrentarán los pueblos indígenas ante el efecto desestructurador que a nivel social ha generado el contacto con las sociedades mayoritarias. Al respecto explica que en el manejo de los recursos naturales es donde se aprecia con mayor énfasis las consecuencias negativas de dicho contacto, “no sólo por el cambio creciente en la mentalidad indígena respecto al uso de los recursos que por generaciones ellos han cuidado, sino también por la lucha que deben establecer con las personas foráneas para evitar la invasión de los territorios”. Aunque reconoce que algunos pueblos tienen mayor fortaleza para hacer frente al contacto en términos de respeto, “el peso de lo que se gana y de lo que se pierde es difícil de cuantificar, pero sí es cierto que incluso estos indígenas acostumbrados al contacto no pierden totalmente su dignidad, lo cual tiene que ver con el sistema de valores, el cual es intangible”.
Una obra completa, didáctica e ilustrada que permite a niños, jóvenes y adultos conocer y valorar las culturas indígenas de Guayana.

06 febrero 2007

Ecoturismo: un espacio para la interpretación ambiental

Para la investigadora de la UNEG, Nay Valero el reto de la Educación Ambiental es hacer que los actores involucrados asuman “el compromiso de analizar sus valores y actitudes frente a los retos de una actividad que debe considerar en primer lugar el ecosistema”

Para la educadora Nay Valero, magíster en Ciencias Ambientales e investigadora del Centro de Investigación en Gestión Ambiental y Desarrollo Sustentable de la Universidad Nacional Experimental de Guayana esa relación hombre-naturaleza, desde sus diversas ópticas de valoración “pasan hoy en día por una profunda reflexión de una nueva mirada del mundo, de un nuevo desafío que orienta a revalorar las actitudes y las aptitudes de cada individuo en su medio social”. De tal forma que ante el reto propuesto por el Ministerio de Turismo de incluir dentro del Plan Estratégico Turístico 2007-2013 “nuevos destinos y productos turísticos con base en las potencialidades vírgenes como el ecoturismo”, las reflexiones de la investigadora de la Uneg apuntan a que esta alternativa de desarrollo económico “debe estar en equilibrio dinámico con lo social y lo natural; enfoque que direcciona la concepción de una actividad bajo principios y valores ambientales”. En este contexto, Nay Valero señala que la Educación Ambiental “asumida como una herramienta de reflexión en los procesos de capacitación de un operador ecoturístico y de un usuario tiene aristas de desarrollo que en ambas direcciones están asociados al manejo de información, asumido desde el conocer, el comprender, el cuestionar, conservar y convivir; seguido de una revisión y reflexión de sus valores y actitudes frente al nuevo hecho, en este caso a esa maravillosa oportunidad de aprehender una ruta para enseñar a valorar los ecosistemas, dar a conocer su importancia ecológica, económica, social y cultural, es decir un operador o un usuario se transforman a través del proceso en unos multiplicadores de acciones que en el corto plazo influyen en la percepción de un espacio definido o identificado con la potencialidad ecoturística”.

CORRESPONSABILIDAD Asimismo, considera que a través de esta herramienta “ambos actores son corresponsables de atender los impactos negativos que se presentan con la actividad turística que se desarrolle, por ello, el conocer la dinámica de los ecosistemas y sus limitaciones naturales es importante para garantizar la sustentabilidad de la actividad”.
Por ello, añade la especialista la necesidad de comprender uno de los conceptos centrales que a su juicio debe estar presente en todo proceso de capacitación y que no es otro que “el ambiente en su dimensión compleja, como un sistema de interrelaciones establecidas en cada dimensión de sus componentes, los cuales conforman una red temática desde lo pedagógico y una red ecosistémica desde lo biológico. Como se puede apreciar en el gráfico, cada uno de los componentes están interrelacionados en niveles de complejidad” (ver Gráfico).
Explica Valero que una vez asumida esta concepción, “se inicia un proceso de apropiación de cada uno de los componentes que conforman el espacio geográfico definido para la actividad ecoturística, con el objeto de intercambiar saberes entre los actores locales, los operadores y los facilitadores de los programas de formación, resaltando el rescate de los saberes populares y su incorporación en el discurso de la ruta, le otorga una alta potencialidad a la actividad que se oferta, dado que subliminalmente se está trasmitiendo información cultural; además, el valor agregado en ambas direcciones a los saberes populares y técnicos permiten iniciar el proceso de conformación de grupos interdisciplinares necesarios para comprender la compleja red de relaciones de los sistemas ecológicos”.

CAMBIO SOCIAL En este punto, Valero insiste en destacar la formación de los operadores ecoturísticos. “Los actores involucrados deben asumir el compromiso de analizar sus valores y actitudes frente a los retos de una actividad que debe considerar en primer lugar el ecosistema y la capacidad de carga de éste para poder definir sus rutas, en segundo lugar debe asumir desde la práctica una conducta de respeto por cada uno de los componentes del sistema, debe desarrollar habilidades y destrezas que le permitan enfrentarse a los desafíos a los fines de reducir los impactos ambientales y finalmente debe asumir un código de ética, que debe traspasar las fronteras de la teoría. Es decir, la Educación Ambiental debe fomentar el cambio social a partir del desarrollo de valores, actitudes y habilidades para asumir una responsabilidad ambiental”. A su entender la actividad ecoturística se transforma en un espacio de “interpretación ambiental, un espacio de intercambio cultural y en especial un espacio de convivencia, donde los turistas y los operadores intercambian saberes, promueven el desarrollo, contribuyen a tejer redes a través de los hilos de información desde sus vivencias”.

ECOTURISMO: DISPARADOR DE SITUACIONES Valero insiste en su tesis que concibe al ecoturismo como “un disparador de situaciones que se pueden materializar en "buenas prácticas" como el revalorar los componentes de los sistemas, el comprender la importancia de conservar las cuencas hídricas, los sistemas ribereños, la vegetación, la fauna, el adecuado uso y manejo del suelo en el caso de las actividades agrícolas y las compras conscientes para contribuir con minimizar el volumen y la frecuencia de generación de basuras; todo ello, implícito en el sistema de la actividad ecoturística, más allá del cliché publicitario sobre lo ecológico o sustentable de la misma”. Valero está convencida que de lograr estos cambios en los actores del sistema ecoturístico, “se puede decir entonces que la Educación Ambiental ha cumplido sus objetivos. No es una declaratoria, es un proceso de aprehensión e internalización de saberes propios y la construcción de nuevos saberes según los escenarios y desafíos de cada ecosistema y de cada cultura”.

CÍRCULO INTEGRAL La profesora de la Uneg, Nay Valero explicó que el proceso de educación ambiental es un círculo donde están interconectados comunidad-universidades-medios-empresas-municipio. La comunidad valora los impactos socio-ambientales y los costos del servicio; las universidades e instancias educativas, incluso a los medios de comunicación impulsan programas de investigación, de capacitación y difusión como estrategia interinstitucional para el fortalecimiento del plan de gestión ambiental. Las empresas promueven programas para el fortalecimiento de las iniciativas locales, optimizan los recursos e involucran la variable ambiental en su estrategia de gestión. La municipalidad diversifica el mecanismo de recolección, optimiza los recursos económicos y los redirecciona a salud y educación, e impulsa una cultura ambiental desde su política de gestión, además de promover el desarrollo socio-económico-ambiental local.

Humedales: ¿Pesca para el futuro?

El pasado 2 de febrero se celebró el Día Mundial de los Humedales, una iniciativa que cada año busca reafirmar la importancia de proteger estos ecosistemas. El lema de este año busca llamar la atención sobre la necesidad de alcanzar la sostenibilidad de los recursos pesqueros

Este año la consigna para conmemorar el Día Mundial de los Humedales busca llamar la atención sobre la importancia de conservar los humedales costeros “en buena salud y bien gestionados” con el fin de alcanzar la sostenibilidad de los recursos pesqueros. “La pesca y los humedales: ¿Pesca para el futuro?” es el lema escogido para que la “aldea global” y sus gobernantes evalúen los problemas de la pesca local y nacional a fin de establecer soluciones a los problemas de las pesquerías. Un comunicado emitido por la Convención Ramsar explica que este tema “afecta a todo el mundo, independientemente de dónde viva y cuál sea su ocupación. La mayoría de nosotros comemos pescado; para mil millones de personas es la principal o incluso la única fuente de proteínas. Sin embargo, el estado actual de los recursos pesqueros del mundo es un tema de gran preocupación". En tal sentido, la organización ambientalista venezolana Bioparques coincide en señalar que “la capacidad tecnológica utilizada para extraer los peces ha sido desarrollada sin tomar en cuenta la conservación de los ecosistemas. El uso de prácticas destructivas como el arrastre, el dinamitado y la utilización de venenos ha ocasionado graves daños”. Es por eso que advierten sobre la necesidad de impulsar el uso sostenible de los recursos y la necesaria participación de los visitantes a estos ecosistemas. Los humedales, explica la ONG, juegan un papel importante en el desarrollo económico de las comunidades rurales, proporcionándoles importantes recursos y siendo altamente atractivos para el turismo, sin embargo, “en Venezuela, muchos de ellos están actualmente amenazados por diferentes razones”.
El Día Mundial de los Humedales surgió el 2 de febrero de 1971 en la ciudad de Ramsar en Irán, cuando se celebró la primera convención mundial sobre los humedales, un evento que culminó con la firma de un tratado para conservar estos ecosistemas. Hoy en día, más de 140 países han ratificado la denominada Convención Ramsar, entre ellos Venezuela, que se sumó al tratado en el año 1988. Es una iniciativa que cada año busca reafirmar la importancia de proteger estos ecosistemas y en 2007, Ramsar aspira resaltar “la importancia de los humedales como criaderos naturales y gratuitos de pescado, un alimento de altísima calidad nutricional para millones de personas”.

¿QUÉ SON LOS HUMEDALES?
Morichales, planicies de inundación, deltas, lagunas costeras, arrecifes coralinos, ciénagas, playas, manglares, pantanos, aguas marinas, ríos, quebradas, lagunas de alta montaña, embalses y estanques son algunos ejemplos de humedales que la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN) define como “ecosistemas con dependencia de los regímenes acuáticos, naturales o artificiales”. Para la organización ambientalista no gubernamental Provita, los humedales aportan “tierras fértiles y agrícolas, leña y madera para la construcción, peces y agua para el consumo humano, y otros servicios invaluables como: transporte, almacenamiento de agua, protección contra tormentas, estabilización del litoral, depuración de las aguas, retención de agentes contaminantes y esparcimiento”. Según la lista de los sitios de humedales considerados de “interés internacional” elaborada por la Convención Ramsar, actualmente se encuentran protegidos 1.459 humedales, los cuales abarcan una superficie total de 125,4 millones de hectáreas; sin embargo, la meta de la Convención es llegar a preservar cerca de 250 millones de hectáreas de humedales para el año 2010. Aunque en la actualidad el Ministerio de Ambiente lleva a cabo el inventario nacional de los humedales, el Comité Venezolano de la UICN determinó en el año 1999 que en el país existen más de 158 humedales que por su valor económico, social, cultural o ecológico son considerados de “especial relevancia”. El estudio presentado por el mencionado comité local de la UICN en conjunto con Provita, Fundación Polar y la Junta de Andalucía (España) señala que “en los humedales costeros de Venezuela han sido identificadas más de 470 especies de aves, y en la Guayana Venezolana, dónde se produce más del 80% del agua del país, se han inventariado más de 9400 especies de plantas”.
ÁREAS RAMSAR EN VENEZUELA
Al respecto, Bioparques recuerda que en el año 1988 se designó al refugio de fauna de Cuare, como área Ramsar. “Luego, en el año 1996 se decretaron el Refugio de Fauna Los Olivitos y los Parques Nacionales Archipiélago de Los Roques, Laguna de la Restinga y Laguna de Tacarigua, los cuales cuentan con una gran riqueza en cuanto a biodiversidad de especies de plantas y animales e incluso protegen especies en peligro de extinción como las tortugas marinas y el caimán de la costa, sólo por citar algunas”.
Estas áreas, explica Bioparques, también suministran vitales recursos alimenticios, tanto para las comunidades locales como para el resto del país. “De la Laguna de Tacarigua se extraen gran parte de los camarones, lebranches, lisas y róbalos que se consumen tanto en los alrededores de Barlovento como en el Distrito Capital. En la isla de Margarita se extraen grandes cantidades de ostras del parque Laguna de la Restinga, el cual provee de abundante pesca a los habitantes de la región. Del Parque Nacional Archipiélago de Los Roques se extrae el 95 % de la langosta consumida en Venezuela y se exporta a varios países, además de extraer peces como pargos y meros que se comercializan en diferentes zonas de Venezuela”. Cifras que a juicio de Bioparques determinan la condición fundamental de los humedales como fuente de ingresos económicos para las comunidades rurales que viven en sus alrededores.
En los distintos monitoreos que realiza la mencionada ONG venezolana en los tres parques nacionales señalados anteriormente como áreas Ramsar, se observan serias amenazas para la conservación de su integridad ecológica. “En general se encuentran afectados por la falta de recursos económicos para un manejo apropiado, por la pesca ilegal y por la contaminación originada por la basura arrojada tanto por pobladores como por turistas”. Según la lista roja de la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN) las especies amenazadas de mamíferos que habitan en los humedales de Venezuela son: la rata come cangrejo (Ichthyomys pittieri ), el delfín de río (Inia geoffrensis), el lobo de río (Pteronura brasiliensis), el manatí (Trichechus manatus), así como el sapo mapurite (Aromobates nocturnus) siendo la contaminación, la pérdida de hábitat y la caza las principales amenazas para su supervivencia.

NUESTRO CERCANO HUMEDAL
Al bosque ribereño del río Orinoco se le identifica como un humedal, porque son espacios que están expuestos a una película de agua permanentemente o durante un periodo del año. Sara Leal, investigadora de la Uneg indicó que si se corta esa vegetación, las inundaciones serían mucho más fuertes. “Muchas de las lagunas rebalseras son sitios de cría para la pesquería”, recordó Leal al tiempo que destacó la importancia de las aves. “Hay razones ecológicas, porque las aves tienen un papel dentro del ecosistema, están los carroñeros que comienzan el ciclo de descomposición. Luego están todas las aves dispersoras de semillas que en cierta forma mantienen la diversidad de un bosque. Incluso hay razones de salud para el hombre, porque algunas especies son comedoras de roedores y de insectos que son las aves más abundantes de acuerdo a sus hábitos alimenticios, gracias a las aves insectívoras es que se mantiene a ras las plagas que uno ni percibe”.